Letras blancas sobre un fondo negro.
Me gustan. Parece que animan a la profundidad, aunque yo estoy días me estoy tomando unas pequeñas vacaciones de mi misma.
Pero tengo la sensación de que precisamente así es como he acabado chocando de frente con lo más parecido a mi misma.
Ay Tere, no sé, déjame ya, tranquila.
Date otra ducha,
sal a la calle,
disfruta de la música,
del sol,
de la espuma de la cerveza,
y no me jodas más con tanto desvario.
viernes, 29 de febrero de 2008
lunes, 25 de febrero de 2008
La ducha
Hoy por fin podré ducharme con las dos manos,
tengo ganas,
pero tengo miedo, que el agua esté demasiado caliente,
que me escueza, que sangre.
Nada de eso va a pasar,
me lo ha asegurado la enfermera.
Pero sigo teniendo miedo,
no puedo evitarlo.
tengo ganas,
pero tengo miedo, que el agua esté demasiado caliente,
que me escueza, que sangre.
Nada de eso va a pasar,
me lo ha asegurado la enfermera.
Pero sigo teniendo miedo,
no puedo evitarlo.
martes, 19 de febrero de 2008
Fragilidad
Escribiendo con una mano,
sedada por la medicación,
sintiendo la carne, sin piel,
me dejo inundar, casi sin querer, por toda mi fragilidad.
Apenas me reconozco
tan vulnerable, irreal, tan de mentira,
como esa luz que se coló entre las nubes
una mañana de abril,
para iluminar la torre de Montparnasse.
El edificio más feo de París.
sábado, 16 de febrero de 2008
martes, 12 de febrero de 2008
Miau
viernes, 8 de febrero de 2008
Dos en la ciudad
Llamas desde Madrid, la ciudad te trae tantos recuerdos,
¿Pasó nuestro cuarto de hora? Me preguntas.
Cómo podría contestar a eso. Ni siquiera sé todavía quién soy.
jueves, 7 de febrero de 2008
En Castell
Avui trobo tant a faltar la platja
Echo de menos el olor del mar,
Y la voz de Gerard Quintana,
Capaz como siempre de expresar (milagrosamente) lo que siento,
Cuando ni yo misma lo consigo.
miércoles, 6 de febrero de 2008
Sin Ella - Gipsy Kings
Me gusta escuchar a los Gipsy Kings...
me gustan porque no entiendo la mitad de lo que dicen,
aunque se supone que cantan en castellano.
Así me parece que es la vida también, un poquito,
que la mitad no se entiende, pero si te dejas llevar,
la música te llega, de todas formas.
A puntito estoy de creerme del todo eso de que el futuro no existe.
Al fin y al cabo no me queda más remedio.
martes, 5 de febrero de 2008
de musas y diosas
Ayer hizo cinco años que me dio por escribir en un blog, en realidad en varios, y me ha dado por volver a leer cosas antiguas... me doy cuenta que en algunas cosas he cambiado mucho, en otras nada. Este texto podría haberlo escrito ayer, aunque en realidad lo hice en abril del 2004...
Siempre me ha gustado observar a la gente que tengo a mi alrededor, en vacaciones todavía más, si cabe, quizá porque sus comportamientos son más interesantes o porque mis ojos están menos cansados. Hace unos días, en un restaurante de la costa, de esos de vino contundente y menú abundante, una pareja se sentó frente a nuestra mesa, él con el pelo cano y barba espesa, ella con una cabellera rubia preciosa y los labios perfectamente pintados. Al principio los dos charlaban tranquilamente, más bien poco. Unas copas después la rubia gesticulaba con las manos, reía, improvisaba caídas de ojos, y se alisaba la melena. Estaba intentando hacer de la comida una fiesta, mientras su acompañante permanecía impasible, sin variar el tono. Y así continuarían supongo todas sus vacaciones, quien sabe si también el resto de sus vidas. Acababa de ver Casa de muñecas en el teatro la noche anterior y por eso, esta escena, tantas veces repetida, me llamó la atención, no era más que un ejemplo de que en algunos aspectos las cosas no han cambiado tanto desde el 1870. Las mujeres hemos conseguido tantas cosas desde entonces, pero nos queda un lastre muy importante, que nos ha sido transmitido de generación en generación hasta formar parte de nuestro inconsciente más profundo. El deseo permanente de agradar. La obligación impuesta por nuestros corazones de ser siempre maravillosas, por dentro y por fuera. Nos complacemos pensando que lo hacemos por nosotras mismas, que así nos sentimos mejor y es cierto, en parte, pero cuando miro a la mayoría de hombres, no puedo evitar pensar en que no se cambian el color del pelo, no se depilan, no se hacen limpiezas de cutis, no usan cremas anticeluliticas, antiestrias, antiarrugas, no se maquillan, no dan forma a sus uñas, no llevan tacones para que sus piernas parezcan más largas, no usan ropa ajustada o con aberturas para mostrar sus carnes, muchos no saben ni bailar y no tienen que esforzarse en parecer interesantes, si nosotras nos empeñamos, vamos a creer que lo son aunque se expresen con monosílabos. Porque podemos enamorarnos de un hombre con las cejas juntas, con las piernas cortas, con tres flotadores, con la nariz de patata y después sentirnos horribles porque nos ha salido un grano en la frente. Esta misma carga nos da múltiples capacidades, nos ha hecho fuertes, y no permite que nos estanquemos. Aunque es una pena que a veces nos conformemos con ser musas cuando realmente podemos llegar a ser diosas.
Siempre me ha gustado observar a la gente que tengo a mi alrededor, en vacaciones todavía más, si cabe, quizá porque sus comportamientos son más interesantes o porque mis ojos están menos cansados. Hace unos días, en un restaurante de la costa, de esos de vino contundente y menú abundante, una pareja se sentó frente a nuestra mesa, él con el pelo cano y barba espesa, ella con una cabellera rubia preciosa y los labios perfectamente pintados. Al principio los dos charlaban tranquilamente, más bien poco. Unas copas después la rubia gesticulaba con las manos, reía, improvisaba caídas de ojos, y se alisaba la melena. Estaba intentando hacer de la comida una fiesta, mientras su acompañante permanecía impasible, sin variar el tono. Y así continuarían supongo todas sus vacaciones, quien sabe si también el resto de sus vidas. Acababa de ver Casa de muñecas en el teatro la noche anterior y por eso, esta escena, tantas veces repetida, me llamó la atención, no era más que un ejemplo de que en algunos aspectos las cosas no han cambiado tanto desde el 1870. Las mujeres hemos conseguido tantas cosas desde entonces, pero nos queda un lastre muy importante, que nos ha sido transmitido de generación en generación hasta formar parte de nuestro inconsciente más profundo. El deseo permanente de agradar. La obligación impuesta por nuestros corazones de ser siempre maravillosas, por dentro y por fuera. Nos complacemos pensando que lo hacemos por nosotras mismas, que así nos sentimos mejor y es cierto, en parte, pero cuando miro a la mayoría de hombres, no puedo evitar pensar en que no se cambian el color del pelo, no se depilan, no se hacen limpiezas de cutis, no usan cremas anticeluliticas, antiestrias, antiarrugas, no se maquillan, no dan forma a sus uñas, no llevan tacones para que sus piernas parezcan más largas, no usan ropa ajustada o con aberturas para mostrar sus carnes, muchos no saben ni bailar y no tienen que esforzarse en parecer interesantes, si nosotras nos empeñamos, vamos a creer que lo son aunque se expresen con monosílabos. Porque podemos enamorarnos de un hombre con las cejas juntas, con las piernas cortas, con tres flotadores, con la nariz de patata y después sentirnos horribles porque nos ha salido un grano en la frente. Esta misma carga nos da múltiples capacidades, nos ha hecho fuertes, y no permite que nos estanquemos. Aunque es una pena que a veces nos conformemos con ser musas cuando realmente podemos llegar a ser diosas.
lunes, 4 de febrero de 2008
SoLA
Sola otra vez, en la tienda, con el cuerpo lleno de agujetas, y la cabeza mucho más tranquila, que hace unos cuantos días.
Es lo bueno de cansarse, de agotarse, que no quedan ganas de jaleo, ni de mareo, sólo de disfrutar de los ratitos, de no hacer nada.
Sola otra vez, en la tienda, en estos ratos en los que soy dependienta. Que jodido cuando alguien te pregunta ¿y tú de que trabajas? y no tienes ninguna palabra que lo defina todo.
Que pereza ponerse a explicar, y que cara más rara te ponen cuando para resumir dices que trabajas en varias cosas diferentes, y que vas cambiando. Además ¿qué coño importa de que trabajo?
Si en lugar de hacernos tantas preguntas absurdas, nos miráramos un poquito más a los ojos...
Es lo bueno de cansarse, de agotarse, que no quedan ganas de jaleo, ni de mareo, sólo de disfrutar de los ratitos, de no hacer nada.
Sola otra vez, en la tienda, en estos ratos en los que soy dependienta. Que jodido cuando alguien te pregunta ¿y tú de que trabajas? y no tienes ninguna palabra que lo defina todo.
Que pereza ponerse a explicar, y que cara más rara te ponen cuando para resumir dices que trabajas en varias cosas diferentes, y que vas cambiando. Además ¿qué coño importa de que trabajo?
Si en lugar de hacernos tantas preguntas absurdas, nos miráramos un poquito más a los ojos...
viernes, 1 de febrero de 2008
Haiti
Mi mente, mi jaula.
y dentro de la jaula,
racial, valiente, desnuda,
canta la Josephine Baker que nunca me atreví a ser...
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